Graciela

Sep 7, 2023

Luego de limpiar el piso y hacer la merienda para su hijo, Graciela sale corriendo de casa porque, para variar, está tarde. El calor infernal de la obliga a subirse a un tren que no es express, pero al menos no va a llegar toda sudada, y no tendrá que seguir oliendo esa estación hedionda del Bronx.

Cruza todo Manhattan, y baja en Wall Street Station. En la misma calle, se cambia las Crocs por un par de tacos bajos y gastados, pero que ella diligentemente lustra todos los domingos por la noche.

Al entrar al edificio en Chambers St. se cruza con partners y associates que seguramente ni saben quién es, a pesar de verla todos los días.

Graciela sube al piso 33, cruza todos los escritorios y llega a lo que todos llaman office kitchen. Ella no se deja achicar y la llama su oficina.

Prepara el café y revisa el calendario de las salas de reunión. Hoy hay directorio. ¿Cómo confirmar que Liam Nevins estará ahí? ¿Será que le manda un texto a su mujer?

Bah, no tiene tiempo.

Saca de un bolsillo una cajita de fósforos, de esas que te regalan en cualquier diner. También, su pequeño triturador de pastillas, lo único que heredó de su diabético y miserable padre hace 24 meses. Procede a moler tres cabecitas de fósforo. Lo piensa bien y pone dos cabecitas más. Mezcla el café con el letal, pero lento ingrediente y sube al directorio.

Lucha para abrir esas puertas gigantes de vidrio. Aunque hay diez hombres en la sala, ninguno la ayuda porque, como de costumbre, nadie la ve. El aire acondicionado helado se siente como un empujón que la expulsa de la sala, afirmando que ella ahí no encaja, pero Graciela es más fuerte y logra meter su carrito a la sala.

Mira la mesa y la cabecera está vacía. Liam debe estar tarde ¿o no llegará? Felizmente el fósforo no es caro. A los demás no les va a afectar tomar un poquito en el café.

Sabe quién toma black y quién decaf, y al joven practicante, al único que le sonríe, le recomienda tomar té. “It’s very good” le dice con su acento salvadoreño.

Abandona la sala y recibe un texto de un numero extraño, rápidamente se da cuenta de que es la señora Nevins: “It’s me. He’s not feeling well. What now?”

Graciela procede a repetirle, en código por supuesto, que tiene que chancar el fósforo y ponérselo en la comida o el té. Poquito y no se va a dar cuenta, pero nunca con agua, porque se pone turbia. Eso lo aprendió, felizmente, cuando su papá ya estaba muy deteriorado como para darse cuenta.

Graciela anticipa la siguiente pregunta y de frente dice: Don’t worry, out in 5 days. I’ll send you my account number, Sra. Nevins.

 

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